Llévame contigo y tírame al fondo del mar

Aquel es el coro de una canción de pop de Paty Cantú, algo que hace 10 años o menos no pensaría estar escuchando.

Todo cambia, por supuesto que nosotros también. La pandemia continúa, hoy cumplimos 4 meses de que pararon las actividades en Juzgados, el tiempo ha pasado y yo sigo estando aquí, no tan lejos como donde estuve ayer, cantan los Fabulosos Cadillacs. Ya no tengo tanto trabajo que agobia, ya no tengo mil y un pendientes, porque no hay fecha de término.

"Poder decir adiós es crecer", cantaba Cerati, pero cómo duele el olvido, y cómo duele olvidar, sobre todo cuando todavía guardas alguna esperanza, todo mundo está esperando esa llamada que lo devolverá al pasado, el mensaje de ELLA diciendo "te extraño, necesito verte". Saldría volando hasta el infierno si me lo pidiera, volvería a subir aquel horrible cerro cargando la piedra como el pobre Sísifo, una y otra vez. Pero es muy probable que aquello no pase. No me doy por vencido, le dije, pero tú ya no quieres verme, tú ya no me necesitas.

Quise alejarme pero no puedo, hay algo que me provoca estar ahí, seguir ahí, y que al final me hace daño ¿Por qué no puedo ser libre como tantas veces lo deseé? ¿Acaso me estaba engañando a mi mismo en aquel tiempo, o me engaño ahora, y sólo tengo miedo a la soledad?

Locura de COVID, quisiera estar lejos de casa, no porque odie a mamá o el lugar me desagrade, es porque no dejo de pensar y repensar y culparme de todas las cosas que pasaron, de arrepentirme del pasado y de las decisiones que no tomé. Es un Infierno. Quisiera escribir, continuar con las novelas, pero no puedo, no se ni por donde retomarlas. Quisiera leer, pero no me concentro. Quisiera viajar, pero no puedo. Quisiera salir a trabajar, pero no quiero gastar en Uber. Simplemente, quisiera ser otra persona, tal vez mi yo del pasado, cuando estaba contento, con casa, trabajo, una mujer y mi alcohol, mi puto alcohol.

Miércoles 15 de julio al mediodía, en el balcón de la casa de calle 309, la misma colonia desde hace 33 años. La misma piel, la misma madre. Igual de solo, pero más viejo, más jodido, más gordo, con menos amor propio...

"Mi piel tiene cicatrices también. Mi piel sirve para amarte también."
- Real de Catorce.






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