Mis estaciones



- Primavera
Nunca me gustaron las actividades de la primaria: las rondas infantiles, las pastorelas, las obras de teatro; a veces creo que las maestras piensan que los niños somos tontos; pero esto es nuevo y entretenido, y parece que soy bueno. Estoy haciendo una prueba de inteligencia para la Olimpiada del Conocimiento en el salón de la tele grandota, Carlitos, Manuel y Monze también. Afuera hace mucho sol y el cielo está despejado, en el patio unos niños juegan básquet. Monze me gusta, es la niña más bonita de la escuela, parece mayor que las otras niñas, es muy lista y siempre huele rico, está aquí sentada junto a mí, y yo me siento muy feliz.
Termino la prueba primero que todos, y la maestra me pide esperar a los demás, hago un dibujo de Vegeta Súper Saiyayin pero me sale muy mal; después de un rato comienzo a aburrirme y con la cabeza sobre la paleta de la banca, observo el tiempo correr lentísimo, es marzo de 1999. 

- Verano fatal
¡Diablos!, he vuelto a cagarla con un término. El trabajo no va bien, amenazante Luis Gerardo jura por enésima vez que nos despedirá a todos, es lunes y estoy crudísimo, la fiesta del sábado acabó conmigo, no pude ligar y bebí de más, muy mal la verdad, aunque al menos ya probé un Etiqueta Azul .
El regaño termina y sigo sintiéndome de la chingada, el rechazo de Meztli cuando quise besarla el viernes, me vuelve a la cabeza y acaba conmigo, ella no siente lo mismo por mí, ama demasiado a aquel imbécil. No sé que voy a hacer de mi vida, hace más de un año que acabé la carrera de Derecho y no he me he titulado, estoy buscando otras opciones, por lo mientras Nancy dice que hablará con su primo para buscarme un lugar en una producción, aunque ya no sé si el cine sea lo mío.
Mientras Martha habla con un cliente abro mi laptop y entro a Facebook, Andrea ha aceptado salir conmigo el fin de semana, una buena noticia, al menos.
Son los últimos meses de 2011, y me siento más solo que nunca, estoy hecho polvo y parado a mitad de la nada, intentando dar las decisiones más importantes de mi vida sin una brújula que me muestre el camino, no puedo evitar sentirme triste, quiero volver a mi cama, parece que todo solo está empeorando. 

­- Otoño 
Cuelgo el videófono sonriendo, el pequeño Owen de 20 años ha pasado a semifinales en los X Games de Atlanta, lamento mucho no haber podido acompañarlo pero el rodaje está presentando muchos problemas, creo que no entendieron bien mi guión y seguido necesitan explicaciones, Rojo anda por allí dando un vistazo al equipo, puede hacer lo que le dé la gana, después de todo él fue quien consiguió esta magnifica locación en Islandia, el paisaje es bellísimo pero hace un frío de la chingada. Me siento muy feliz por Owen, mi hijo un patinador profesional con decenas de marcas consintiéndolo.
Bajamos al pueblo y en la calle de Main un joven me intercepta, al parecer me ha reconocido, en francés fluido me cuenta que leyó mi último libro el de “Five years” y que es uno de sus favoritos, odio ese libro, no es más que algo que comencé durante el viaje a Rusia y continué en Tailandia, donde por casualidad encontré a Tadeo en Phuket. Después de la muerte de Andrea, la primera editora que creyó ciegamente en mí, sentía que mi trabajo estaba concluido, la inspiración se había marchado; afortunadamente el reencuentro con Tadeo y la reconciliación con Monzerrat trajeron de nuevo las ganas de escribir, está película trata mucho sobre esas ideas que poco a poco fui concretando.
El joven francés se despide con un fuerte apretón de manos y me pide le autografíe el libro, lo hago, y pongo en español antes de la firma “Dedico este libro a Sven, esperando que no encuentre nada bueno en él.”, me sonríe y lo veo alejarse.
Entro en un pequeño restaurante el “Rosa de Cataluña”, en una mesa de la esquina Carlos Campos y Deheny discuten sobre una escena, con desgano voy hacia ellos y tomo lugar en la mesa, me quito los guantes y me acomodo en la silla, apenas me notan y continúan con la discusión, mientras, me sumerjo en un recuerdo: cerca de los 32 años jodí a Russek y su constructora tras 6 años trabajando juntos, $ 800 millones de pesos libres de impuestos, con mi recién formada compañía logré cerrar un contrato para un pequeño desarrollo en Playa Paraíso, Guerrero, ya podía ir jubilándome. Nombré a mi hermana Hada como administradora y la puse a cargo de todo, supo invirtir bien y el dinero creció rápido; así, con el camino libre, los proyectos personales fueron poco a poco cuajando. 
- ¿Tú qué opinas Efec? -. Pregunta Carlos, haciéndome volver al presente, aún sigue llamándome con el apodo de los tiempos del Dobermann. 

- Invierno
- Abuelito, soy Montserrat, tu nieta, la hija de Owen, ¿no me reconoces? -. Pregunta una rubia de unos 20 años. No logro recordarla.
- Ah -. Logró decir, mirándola, buscándome en sus grandes ojos, la sonda Foley me punza en la uretra. Ella me abraza y después acomoda mi cobertor, dice que estamos en la casa de Huichapan. Afuera hace sol pero un viento frió recorre el patio.
Supe que estaba acabado cuando Martín vino a visitarme y le pedí me contara de nuevo sobre el viaje que hicimos en moto a Brasil en 2014, lo había olvidado, había olvidado el mejor viaje de mi vida. Narró los detalles de manera clara mientras sus manos temblaban por el Parkinson, cuando terminó grandes lágrimas recorrían mis mejillas, la enfermedad del abuelo me había alcanzado.
Poco a poco mis recuerdos se perdieron como huellas en la arena, todo: mi vida, nombres, lugares, personas; mi mente fue quedando en blanco.
Hicimos una copia de seguridad con los del Proyecto Omega en el Tecnológico de Massachusetts, digitalizaron mi mente, mis recuerdos, mi alma podría decirse, y la almacenaron en discos. Aseguran que en unos años podrán insertar la información en un nuevo cuerpo, aunque no saben si será en un clon, en un donante o en un sintético; el Proyecto Omega es lo más cercano que ha estado el hombre de la inmortalidad, habremos vencido a la vejez y a la muerte.  
Montserrat se despide, y Anna, mi enfermera, se acerca para limpiarme un poco de saliva que me cae de la boca, después peina mi cabello blanco con sus suaves y pequeñas manos, me mira a los ojos y sonriendo me dice que todo estará bien. En el jardín Laura, mi tercera esposa, cuida las flores. Ya no siento gran cosa, al parecer son los créditos finales de la película.   

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