Honoré de Balzac. El lirio en el valle. Siglo XXI editores, 2000. P. 34.

"Mas, después de haber rozado el fresco jazmín de su piel y bebido la leche de aquella copa llena de amor, tenía en el alma el gusto y la esperanza de las voluptuosidades humanas; quería vivir y esperar la hora del placer, como el salvaje espía la hora de la venganza; quería suspenderme en los árboles, rastrear en las viñas, agazaparme en el río; quería tener por complices el silencio de la noche, el hastío de la vida, el calor del sol, para terminar la deliciosa manzana que había mordido ya..."
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