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"De lo que ves creéte la mitad, de lo que no ves no te creas nada"
[Gördüklerinin yarısına inan, görmediklerinin hiçbirine inanma]
-Modestia Aparte, Violadores del Verso.
Me guardo muchas cosas, suelo quedarme con las ganas, siempre tengo más dudas que certezas ¿acaso eso significa que soy un reprimido? Nunca he querido ser el tipo reprimido del que habla la canción de Maná, cuyo título no recuerdo y una parte dice: "oye mi amor, no me digas que no"; tampoco me identifico como alguien que escucha a Maná, pero aquí me vez, recordando payasadas.
Cuando fui adolescente me caían muy bien esos tipos que no se quedaban con las ganas, que le hablaban a la chica sin importar lo bella que fuera o lo presumida que pareciera, a mí me daba pena porque temía el rechazo, pero lo llegué a hacer algunas veces, solía abordar a la gente, chicos y chicas, extraños en la calle, en la escuela o en los conciertos si veía en ellos algo que me resultara interesante, así conocí a mucha gente e hice algunos amigos que hasta el día de hoy conservo.
Aquellos chicos de los que hablo, los que parecían no temer a nada, podían acercarse a cualquier chica e iniciar una conversación, y a veces obtenían su número telefónico (en ése tiempo no había WhatsApp ni redes sociales, y a veces el teléfono que te daban era el de su casa y previo a hablar con ella tenías que cruzar palabras con el papá, la mamá o el pariente que tomara el teléfono). Justo ahora no recuerdo el nombre de ninguno de esos tipos y creo que al paso del tiempo en mi memoria todos ellos se han fundido en un solo prototipo de valiente; los había variados, desde el tipo que era un poco guapo, el que era agradable, el que hablaba como galán, y alguno que otro muy común. En aquellos años si te gustaba una chica desconocida le hablabas y ya.
Tú le decías al "Álvaro" (los llamaremos así) "amigo, me gusta esa chica pero me da pena hablarle, hazme el paro" y le indicabas a quién te referías, el romeo, en caso de estar sentado, se ponía de pie, erguía la espalda, sacaba el pecho, se peinaba el pelo de los lados con las manos, hacía más pequeños los ojos y marcaba el ceño como Zoolander, señalaba a la chica y confirmaba: "claro", te decía, y avanzaba hacía donde estuviera ella. Podías verlo platicar con la chica un par de minutos o más, y después, si tenías suerte volvía con ella y alguna de sus amigas y te las presentaba; si no tenías suerte, podía pasar que el tipo valiente le sacara el fon y se lo quedara para él o de plano se iba con la chica, tirando tus planes a la basura, dándote una lección de que el mundo es de los que se atreven. Me sucedió alguna vez, quiero recordar.
Después yo me atreví y lo hacía de forma natural. Hubo una chica que me encantaba en el CCH (1), era muy bella, de rostro níveo, y el cabello pintado de rojo, esbelta y con buen cuerpo, cuando hablaba hacía la voz más ronca y rasposa y te miraba con esos ojos grandes que casi podían leer tus malos pensamientos, sonreía mucho, era traviesa y le gustaba pasearse sexy por la escuela o camino al metro El Rosario. Era de las más populares en la escuela y para mí una de la más guapas. Y un día me atreví, le hablé, pregunté "¿Cómo te llamas?" "Gaby" contestó con una sonrisa y me sentí dichoso, "Me tenías intrigado" continué y la acompañé a su salón. Yo no lo sabía pero varios me vieron ése día y estuvieron celosos de que pudiera hablar con aquella chica.
Gaby para mí era guapísima, muy coqueta, le gustaba ser popular, que todos los hombres la desearan y compitieran por su atención. De repente subieron mis acciones en la bolsa de valores de chicos, y varios me elogiaron por lograr hacerse "amigo" de ella, otros me pidieron que se las presentara (lo que casi nunca hice), y algunas chicas más, por fin notaron mi existencia. Solíamos hablar y pasear juntos, yo me sentía invencible, ella era todo lo que había soñado. Comencé a escuchar a su grupo favorito "The Strokes" e intenté hacerme más punk y menos ska para agradarla y seguir las nuevas modas que empezaban en el CCH.
La acompañaba casi a diario al metro, menos los viernes, que los amigos nos íbamos de fiesta, y nos despedíamos en Indios Verdes o en el transbordo de 18 de Marzo línea roja a verde, yo me compraba unas papas fritas recién hechas afuera del metro y me iba muy contento comiéndolas en el microbús hasta la Nueva Atzacoalco, ella seguía su camino hasta Ciudad Azteca, pero en Indios Verdes siempre estaba ahí esperándola un chico flaco que la acompañaba a su casa. Gaby casi nunca estaba sola.
La llamaba casi a diario por teléfono, de mi casa a la suya y hablábamos unos 20 o 30 minutos sobre el día y lo que cada uno estuviera haciendo.
Me habría encantado que fuera mi novia, pero nunca me atreví a preguntar, sólo hasta al final cuando ella ya se iba a graduar, dijo que lo pensaría, pero todo aquello terminó en un no. Tal vez si la hubiera escuchado más, y mostrado interés en ella y no en su su cuerpo o el falso estatus que creía me proporcionaba, las cosas habrían sido diferentes.
Oí muchas historias de ella que no vale la pena poner aquí; sólo sé que la recuerdo con cariño, sin rencor y que lloré mucho por su rechazo, el segundo de cuatro importantes, hasta ahora; pero con el tiempo la olvidé. Nos encontramos en 2005 o 2006, en el Doberman, en tiempos de la universidad, insistí un poco, pero no funcionó, y lloré una última vez por ella, borracho en el taxi de regreso a casa.
Canción para esta entrada: El Último Ska, de Panteón Rococó.
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(1) Colegio de Ciencias y Humanidades, escuela de formación media superior en México, junto con las Preparatorias forma parte del sistema de bachillerato que ofrece la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
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Esta es la única foto que tengo de Gaby del CCH, lleva años guardada en un folder rojo junto a otros recuerdos. La tomó Amaury, alias Junior, mi mejor amigo en aquellos años (entre 2002-2005), cuando ella estaba distraída.
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