Horfandad

-¿Qué puedo hacer? –preguntó.
-Ve a sacudírtela.
-¿Crees que se ha jodido?
-Claro. Se jodió hace tiempo, al principio. Raphaël, tú nunca serás el sueño erótico de una chica. Tienes que hacerte cargo; esas cosas no son para ti. De todas formas, ya es demasiado tarde. El fracaso sexual que has tenido desde tu adolescencia, Raphaël, la frustración que te persigue desde los trece años, ya han dejado en ti una marca imborrable. Incluso suponiendo que pudieras conseguir a alguna mujer a partir de ahora –cosa que, con toda franqueza, no creo que vaya a suceder-, no será bastante; ya nada será nunca bastante. Siempre serás huérfano de esos amores adolescentes que no tuviste. En ti la herida ya es muy dolorosa; pero lo será cada vez más. Una amargura atroz, sin remisión, que terminará inundándote el corazón. Para ti no habrá ni redención ni liberación. Así son las cosas. Pero esto no quiere decir que no tengas ninguna posibilidad de revancha. Tú también puedes poseer a esas mujeres que tanto deseas. Incluso puedes poseer lo más valioso que hay en ellas. ¿Qué es lo más valioso que hay en ellas, Raphaël?
-¿Su belleza?... –aventuró.
-No es su belleza, desengáñate; ni tampoco es su vagina, ni siquiera su amor; porque todo eso desaparece con la vida. Y desde ahora tú puedes poseer su vida. Lánzate desde esta noche a la carrera del crimen; créeme, amigo mío, es la única posibilidad que te queda. Cuando sientas a esas mujeres temblar bajo la punta del cuchillo y suplicar por su juventud, tú serás el amo; las poseerás en cuerpo y alma.  A lo mejor hasta consigues arrancarles, antes del sacrificio, alguna caricia sabrosa; un cuchillo, Raphaël, es un aliado considerable.  

Michel Houellebecq. Ampliación del campo de batalla.

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