La Hermandad de la Uva, John Fante. Fragmento

“Y entonces sucedió. Una noche que la lluvia golpeaba el inclinado techo de la cocina se introdujo en mi vida un espíritu grandioso. Tenía el libro en las manos y temblaba mientras me hablaba del hombre y el mundo, del amor y la sabiduría, del dolor y la culpa, y supe que yo ya no podía ser el de antes. El espíritu se llamaba Fiódor Mijáilovich Dostoievski. Sabía más de padres e hijos que ningún hombre en el mundo, y de hermanos, de curas, de delincuentes, de la culpa y la inocencia. Dostoievski me transformó. El idiota, Los endemoniados, Los hermanos Karamazov, El jugador. Me cambió radicalmente. Descubrí que respiraba, que veía horizontes invisibles. El odio por mi padre desapareció. Amé a mi padre, aquel pobre diablo, resentido y obsesionado. También amé a mi madre y a toda mi familia. Había llegado el momento de ser hombre, de irse de San Elmo, de entrar en el mundo. Quería pensar y sentir como Dostoievski. Quería escribir.”

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