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El aciago día que te reencontré, ¿qué hacer cuando miras de civil a una de tus putas?

Las mañanas son mundos curiosos, en el Metro puedes encontrarte fácilmente con la puta que te tiraste hace un par de meses, sí, la del congal de Mixiuhca; lo lamentable de veras es que aunque se reconocieran no podrían platicar o llegar mas allá de un saludo con la cabeza y tal vez una sonrisa comprometida ¿Por qué?, o mejor dicho , y pensándolo bien, ¿Para qué y de qué diablos hablarías con ella? ¿ Le preguntarías si es que acaso recuerda cómo te la tiraste? ¿Las posiciones que hicieron? ¿Si le viene a la memoria tu polla entre las cien que entraron en ella esa semana? 

Se veía mucho mayor con respecto a la chica de aquella vez. Era como si al alba envejeciera para después, por las tardenoches tomar poder de las lamparas incandescentes de la casa de citas trayendo su juventud de vuelta.

La reconocí primero por sus ojos, grandes como témpanos; luego por su culo, menudo pero sustancioso y al final por el lunar de la mejilla derecha. Gina, su nombre artístico, Lucía, el verdadero, tal como pude indagar sondeándola aquella vez, en el ínterin entre la "estimulación oral" y el misionero. 

Tuve una erección al momento, y la miré como queriéndola tocar con lo ojos y devorarla en ese instante; con lujuria recorrí sus delgadas piernas, sus muslos, terminando en su sexo mutilado, calvo; descansé los ojos en su regazo y me substraje a otro mundo, el de los recuerdos, pensándola con esa tanga negra de mínimas proporciones, el insumo responsable de tela de la que Lenin, el dios bolchevique, estaría orgulloso, la ví allí arrodillada en la cama sin el slip recibiendo los billetes.

Lucía sintió mi mirada y me traspaso con sus ojos de hielo, supe que en alguna parte de su ser me había reconocido. Nos miramos a los ojos por un brevísimo tiempo y... cada quien volvió a sus asuntos. 

Saqué el móvil e hice una nota, sentí de nuevo sus ojos sobre mí, por instante, ya no volteé. Llegué a Morelos y me levanté de mi lugar para mirarla por última vez, la erección volvió, ella me ignoró con toda la frialdad que enseña su oficio.  

"Nunca mires a una puta de día", recordé. "Nunca mires a una puta de día"...

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