Segundo esbozo cyberpunk


Solve et coagula

-“Silencio armado. Detonar en Nuevo Chernobyl, la vieja central ha sido rehabilitada, el sarcófago ha colapsado.”

Pixelprincess actualiza su estado en “PathFind”, la red cybersocial de moda entre los jóvenes de 10 a 16 años.

Es el año 2045, un renovado calendario juliano señala tres de junio. Dos de la mañana. Una remezcla de “Cry baby” suena en mi cybercerebro, sigo en modo “Bobby”.

Odio las palabras subrayadas con rojo que aparecen en el viejo programa de texto del ordenador del abuelo, un anticuario amateur que me ha heredado el gusto por las reliquias. Crecí entre cinta magnética, extintos bulbos y televisores de rayos catódicos, ordenadores gigantescos, del tamaño del tronco de un niño…

La voz de Joplin me transporta a tiempos que jamás viví; la grabación, otra reliquia del abuelo, data de 2013, y aún lleva ese extraño (casi imperceptible) vacío que producía la música en formato digital.

La colección de discos negros del abuelo, heredada de su padre y sus tíos, se perdió cuando huyeron todos del estallido de la vieja planta nuclear de Laguna Verde. Los viejos siempre creyeron ciegamente en la energía nuclear, devotos del átomo.

2:03 a.m. 3-06-45 10°

Mientras “God” de Lennon, una versión de estudio, suena en un viejo aparato de sonido, apenas audible, a mitad de la noche, estoy recostado, incómodo no puedo volver a dormir. Me dan unas ganas tremendas de volver a mi velero de viento solar. Añoranza y soledad, una soledad infinita e insondable; encarno sin querer la esperanza del género humano, como lo son todos los adolescentes de mi generación, los nacidos entre 2030 y 2040, el homo cyber, nos llaman; la mayoría nacimos con minúsculos implantes biomecánicos colocados en nuestra espina y cerebro desde la etapa fetal. Somos un milagro de la tecnología, podemos conectarnos a la Vía, sin necesidad de interfaz de ningún tipo. Todo esta aquí dentro, en un par de dispositivos que no son más grandes que frijoles.

Hago formas con las manos jugando con sus sombras en la pared: un perro, un tiranosaurio. La cabeza comienza a picarme, una sensación parecida a cuando recién te estás acostumbrando a un gorro de lana. Alguien me ha detectado como despierto y activo en la Vía, Jumbo me llama desde Saint-Germain, Francia.

-Bonjour Monsieur! Qu’est-ce qu’on va faire ce soir? Manger de la viande et prendre de la vie, les conseils?

-Hi! Bastard, I need to sleep! Sorry, the fucking system of lenguaje. Espera. ¡Diablos! ¡Ahora en español!

-J’n’comprend pas!-Dice la voz de Jumbo en mi cabeza. ¡Puto francés ocioso! “Percolator” de Sterolab suena de fondo nada más entrar en su Espacio, tomó asiento en un pequeño diván de rayas verdes agrias mientras ajustó mi traductor en la Vía.

-¿Me entiendes ahora Jumb?

-Sí, ya-Suena su voz en un claro español, la odiosa voz del programa de interpretación aprobado por la Real Academia. –Dónde te has metido, llevas 10 horas desconectado.

-Modo “Bobby”; ando un poco taciturno ¿Qué pasa con ese fondo de Stereolab? No sabía que eras un nostálgico del Kraut-rock.- Le digo en tono burlón.

-No es Kraut-rock, imbécil. Me dice enojado, Jumb es regularmente bipolar, cómo todos los jodidos europeos.

A Jumbo lo conocí en un viejo foro de intercambio de viejas bases de datos; el tenía video francés, la mayoría cortes de viejas nouvelles vagues, escenas pérdidas de películas melancólicas; de esas que adoran los viejos y los locos. Yo traficaba en ése entonces, con trozos de viejas películas de la 1ra. Revolución mexicana (la del siglo XX), sustraídas, en formato digital, de la Filmoteca de la Universidad de México. WhiteSnoopie, el novio de mi hermano mayor me había facilitado bases de datos muy interesantes, principalmente de universidades públicas. Hacían dos años de eso.

La versión virtual de Jumbo, que era la de un joven de piel amarillenta, sombrero de estambre, jeans y camiseta negra, se sentó en una cansada silla de madera que hizo aparecer, o trajo, de algún lugar oculto en su Espacio.

-¿Qué tienes? ¿Es algo personal? ¿Quieres que suba el volumen de la música?- Preguntó Jumb.

-No. ¿Tienes un buen firewall? ¿Tal vez haya orejas en el alambre?-Dije a tono de broma. No se como lo haya traducido el programa a mi interlocutor, pero él no rió, ni nada.

Un nuevo y diminuto calambre llegó a mi cabeza en el mundo de realidad ordinaria, tenía otra “llamada”. Bip.

-¡Policía cybercerebral, quedan arrestados por iniciar una reunión clandestina en la Zona Roja de la Vía!

- Jajajajaja. ¡Los asusté!

-¡Vamos Pixelprincess qué no es divertido jugar al cybercerdo!-Dice Jumbo a la recién llegada, ella, sin ser invitada a pasar, hace aparecer un cubo perfecto con el mismo diseño que el piso del Espacio de Jumbo una superficie transparente bajo la cual corren cientos de números binarios, toma asiento. PixelPrincess, lleva un abrigo de pieles de algún exótico animal extinto, colocado de una manera desenfadada, provoca que uno de sus pequeños senos sea visible, convidándonos una imagen sugerente. Ella aunque lo nota, no hace nada para cubrirlo. En la cabeza lleva uno de esos sombreros altos rusos de piel negra. Jeans y tenis de lona.

-¡Formemos una Baader-Meinhof Complex! ¡Derroquemos este sistema opresor!-Dice excitada nuestra amiga. A veces, no se de dónde saca esas ideas y frases; pasa más tiempo con archivos que con personas. Ella es apátrida, su nación ya no existe más. Actualmente pasa la mayor parte del tiempo en la Vía haciendo Hacktivismo y difundiendo música punk y dark del siglo XX; mientras que su joven cuerpo en el mundo “real” es vendido al mejor postor. La última vez que regresó, seguía en un campo de refugiados de Bagdad. Mente y cuerpo se encuentran, por así decirlo, separados, y ella así lo prefiere. Tiene un trato con un tío lejano, el mantiene vivo su cuerpo de carne, y ella busca, acá, el anclaje que le permita quedarse para siempre, necesita un soul hosting, pero son caros. Su tío, a cambio, dispone de su cuerpo como quiere. Ella es el sustento de un pequeño clan de uzbekos y kazakos, unidos no por la sangre, sino por la misma soledad y desesperanza. La apatrídia, se ha convertido en factor de unión de todos esos desposeídos.

-Ja-Se jacta Jumbo de los propósitos rebeldes de Pixelprincess.- ¿Qué música comercias ahora? ¿Raverton?

-Ése ritmo no lo conozco, pero tengo Hyperton si quieres; una mezcla entre ritmos afroamericanos y antigua música electrónica, para los abuelos era perturbadoramente rápido, creo que lo bailaban como monos, ya no queda registro en vídeo de todo eso, sólo soporte auditivo.-Dice Pixelprincess mirándonos primero a uno y luego al otro mientras habla. Es una chica hermosa, en el antiguo sentido occidental de belleza. En algo me recuerda a la abuela. Cuando habla a veces lengua se traba, provocando un leve cambio en su voz, que la hace tremendamente sexi.

-¡Ah!-dice incrédulo Jumbo.

-¿Y qué punk distribuyes actualmente? ¿Oi!?-Le pregunto, sin evitar mirarla a los ojos; son grises como el cielo, preciosos, pero con cierta chispa extraña. A veces, creo, son más ojos de loco que de una joven de la tundra; no se parece en nada a Laila Kalhel como ella afirma a la menor provocación.

-No. Ahora tengo algo de cyberpunk, una banda alemana de nombre Atari Teenage Riot. ¡Son geniales!- Me dice, sonriendo. En la Vía, no puedes, como en la Tierra, percibir mirando, el alma de la gente, su dolor, sus sentimientos o cuando te están mintiendo; la abuela me enseñó a leer eso en los rostros y lo que algunas veces llamaba auras; pero la melancolía de Pixelprincess trasciende la barrera y es perceptible desde que la ves. Un extraño sentimiento se percibe en cuanto la tienes frente a ti, algo que va desde una tremenda calma que te llena, hasta cierta incomodidad, como la que produce saberse espiado. Probablemente ella sea mejor sondeando a las personas que yo.

–Bien, me interesa­– Le digo. –Enviame un par de canciones.

–Claro. –Me dice sonriendo.

[Transferencia de información auditiva. Pixelprincess desea compartir archivos contigo. ¿Permites la transferencia? Al hacerlo afirmas ser conocedor de los lineamientos jurídicos inter…]

–Acepto.

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