Leopold Von Sacher-Masoch. La venus de la pieles. Tomo. México, 2009. P.144.


Cuando Wanda sale del baño, las gotas de plata y la luz rosada se van deslizando por todo su cuerpo; yo me encuentro totalemente inmóvil, como poseído por un éxtasis mudo; pero unos momentos tengo que reaccionar, pues debo secar su cuerpo con una toalla; pero aquella operación me proporciona también una enorme felicidad, que no se pierde cuando ella se envuelve de nuevo en su gran abrigo de pieles y se echa a reposar en su lecho. Los pliegues de la cibelina se amoldan a la perfección a su magnífico cuerpo marmóreo mientras ella reposa apoyada en su brazo izquierdo que sobresale de la manga, como un cisne dormido que sostiene su cabeza, mientras, con su mano derecha, juguetea alegremente con el látigo.

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