Esbozo cyberpunk


Odio estar falto de ideas, odio que escapen a una velocidad más alta que a la que mis dedos recorren el teclado de mi vieja Navi, a veces pienso en la falta que me hace una Ono-Sendai. Cuando la depresión golpea en mi cibercerebro, y me encuentro demasiado pobre para comprar antidepresivos o de plano no busco estado de alteración voluntario a través de cualquier drugware de diseñador, me siento en la corniza de mi casa, para ser específicos en la pequeña estructura que sostiene el gran recolector de agua de lluvia; observar dese allí la Ciudad siempre me pone un poco menos taciturno, aunque es inevitable sentirse una mierda cuando piensas en la gente que no tiene que comer, que vive en chabolas de cartón, debajo de los puentes, en las alcantarillas o en los minicubículos de las estaciones del subterráneo. En serio me pongo mal.


Me llevo un Watanabe a los labios y lo enciendo, el jalón de humo que rápidamente inunda mis pulmones me hace pensar que todo saldrá bien, que mi futuro aún es prometedor, que puedo cambiar al mundo… eso último me deprime más, y de repente me dan ganas de saltar y reiniciar el equipo, pero el maldito gobierno me ha convertido en su títere, y ahora incluso el suicidio es imposible ¿por qué? Porque los hijos de putas se han metido en nuestras cabezas rebosantes de silicón y porquerías electrónicas, y han quitado esa opción. Ahora uno no puede morir simplemente con desearlo, hay que llenar un formulario, concertar una entrevista con un representante del Estado, convencerlo, y esperar 30 días hábiles para una resolución al respecto, la cual no es apelable.


Los que buscan la muerte, simplemente no logran encontrarla; este es el apocalipsis, aunque no haya una lluvia de fuego ni jinetes infernales, lo que tenemos no es más que malware, crakers, y bastardos asesinos trasvestis sueltos por la Ciudad.


Así, me llevo la mano al bolsillo para guardar el encendedor de argón, sólo para sentir la extraña textura de unas bragas francesas de color fiusha que a manera de amuleto me regalo una prostituta (de las de carne y hueso, no robots), a la que prometí volver, pues la soledad de la esquina en la que brindaba sus servicios era enfermiza (en 2034, la gente rara vez sale a la calle, la mayoría esta en cama con un par de cables que salen de sus cabeza y que van uno hacía la saturada red energética, el otro es un tubo que transporta la comida ya molida desde la propia central alimenticia particular).


Hace años que las iglesias y templos están vacios, después de la 2ª Guerra Mexicana Convencional, y de la pacificación japonesa en lo que quedaba de nuestro devastado país, el paso al sintonismo, seguido del paso al ateísmo fue sencillo.


Quisiera creer que puedo creer o crear, quisiera ser alguien diferente viviendo una vida distinta, estoy tremendamente inconforme con mi presente, pero aunque quiera cambiar las cosas a mi alrededor en el fondo comprendo la complejidad de mis deseos y la intangibilidad en inviabilidad de mis sueños. Pensar que mi estancia en este mundo no es más que transitoria, que no he de cambiar nada de lo que existe, que seré nada más que un espectador, eso es lo que me deprime, eso es lo que me hace querer encontrar la muerte.

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