Carretera

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"En la planta alta de la casa de Lucas Alamán, entramos a un cuarto viejo que tal vez  fue la habitación de una chiquilla; o al menos eso te hacía pensar el tapiz color pastel de las paredes. 

¿Cómo habría adquirido don Chava esta casa? ¿acaso fue él jefe de familia aquí y, tiempo después, sus hijos grandes ya, su esposa muerta, decidió dedicarse al lenocinio? ¿o sólo se trata de una casa rentada que vivió mejores épocas? Incluso podía tratarse de un inmueble invadido. No se, mi condición de abogado y los semestres gastados tratando de memorizar artículos del Código Civil me obligan a preguntarme, siempre, cuál es el justo o injusto título con que posee toda persona que me invitaba a su casa. Pasaba a menudo y en este orden: entrar a una casa, embriagarse, y despedirme dejando tarjetas y promesas de sacar a salvo al precario, al invasor o al arrimado. 

Nos sentamos sobre cojines tirados en el piso, un colchón sin base cubierto por una sucia colcha rosa de Ositos Cariñositos daba fe de la ilegalidad de este lugar. Esos Ositos habían contemplado porquerías dignas del Marqués de Sade, venidas, sodomía, masoquismo, mariconadas, tal vez asesinatos... y apenas comenzaban a vislumbrar lo que son los principios de la perversidad humana. 

Vino después don Chava con Mariana, una jovencita de metro y medio cuyos senos desbordaban el sostén, y además vestía un short color negro a media nalga, con unas pantimedias "champagne claro" debajo. Me dejó sin habla, sólo podía arrepentirme de no haberla elegido, estuve a punto de solicitar un cambio, pero recordé que la peda era patrocinada, en dicha posición yo también resultaba como una puta y no tenía muchas opciones. Siempre odié no tener el control de las situaciones en que me metía, pero con los clientes que solían llamarme no había mucho a dónde hacerse.

Sobre una bandeja redonda color plata llevaban varios vasos tequileros, unos con algo color rojo, otros, más grandes, con mezcal, lo supe de inmediato porque el olor a carbón inundó la habitación y reemplazó a la humedad y el cloro que picaba mi naríz. Dispusieron sobre una pequeña mesa para desayunar en la cama todos los implementos; parecía tequila bandera, la única diferencia es que la sangrita era sangre de verdad."   

El Murciélago de la Obrera, en marcha, Obra Negra. 



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